Para satisfacer el apetito siempre creciente de huevos, la industria avícola (como cualquier otra industria contemporánea) ha debido crear distintos métodos para aumentar la producción y disminuir el tiempo requerido para llevarla a cabo.
Por razones obvias, de esto se deduce que cualquier dueño de esta propiedad busque aumentar el número de gallinas “ponedoras”, el número de huevos que pone cada una de ellas, y disminuir el espacio en el que cada una lleva a cabo su "producción". Como resultado de esto, aparecieron (entre otros métodos) las jaulas-batería.
Pero vamos desde el principio.
Huevos fecundados son llevados por miles a las salas de incubación. Estas salas están llenas de estanterías, y dentro de cada uno de sus cajones nacerán decenas de polluelos que pasarán a ser parte de la industria. Estos bebés jamás conocerán a sus progenitores ni a nadie parecido a una figura materna o paterna.
Debido al alto grado de hacinamiento, muchos polluelos tratando de nacer morirán aplastados por aquellos que hayan nacido antes. Otros, por la misma razón, nacerán con distintas malformaciones.
Como cualquiera puede imaginar, la industria de los huevos solo necesita hembras, y como en cada camada nacen indistintamente hembras y machos, estos últimos son inservibles para la industria.
Por lo tanto, junto a las miles de cáscaras de huevo y polluelos que nacieron con malformaciones, todos los bebés macho serán llevados a la trituradora o lanzados al basurero, en el que morirán sofocados, deshidratados o de hambre en unos cuantos días.
Las sobrevivientes deberán pasar, sin embargo, muchas mas penurias que sus desdichados hermanos. Su segunda gran prueba será el corte de pico. Éste proceso se lleva a cabo con tijeras o hierros calientes que mutilan a las futuras gallinas, una por una, previniendo que sus picos vuelvan a crecer. Esto se suele hacer dentro de los 10 primeros días de vida.
El procedimiento genera un intensísimo dolor y sufrimiento posterior, malformaciones, infecciones e incluso la muerte.
El corte de pico es esencial para la industria de huevos por diversos factores. Por un lado, esto hace que las gallinas no elijan su alimento y por lo tanto coman cualquier cosa que les pongan por delante, por antinatural que sea para ellas (como la harina de pescado). Por otro lado, esto también disminuye las posibilidades de muertes por canibalismo, comportamiento muy frecuente dentro de la industria, debido al hacinamiento, stress y sufrimiento que deben soportar durante toda su vida, lo que provoca serios trastornos psicológicos.
De esta manera se puede hacinar a más gallinas, sin las pérdidas económicas que significa el que se picoteen hasta la muerte.
Una vez en su nuevo “hogar”, ellas pasarán sus vidas tan abarrotadas, que jamás podrán siquiera estirar sus alas. Sus patas serán cercenadas por los alambres sobre los cuales estarán obligadas a permanecer paradas durante la totalidad de sus miserables vidas. En estas jaulas muchas de ellas morirán, y la gran mayoría vivirá enferma debido a las condiciones deplorables en las que se encuentran.
Todas las gallinas pasan por su período fértil, en el que ponen la mayor cantidad de huevos (ayudadas por un número no despreciable de hormonas y otras drogas que hacen aumentar la “producción”). Luego de éste período, pasan por otro bastante prolongado (para los estándares de la industria) en el que su producción disminuye o cesa. Para acortar este período, se les priva de alimento y agua, por al menos 2 semanas, para forzar la llegada del siguiente período fértil. Muchas gallinas morirán durante este proceso.
Así permanecerán por cerca de 2 años. Luego de esto, saldrán de sus jaulas por primera vez en sus vidas. Finalmente verán la luz del Sol, mientras son llevadas a un camión… que las llevará al matadero. El calvario que les espera aún es horrendo, pero al menos ya se vislumbra un fin.
Un fin a tanta miseria, dolor y sufrimiento. Un fin a una vida llena de privaciones y tortura.
Una vida en la que jamás pudieron cobijarse bajo las alas de su madre; en la que nunca pudieron darse baños de sol y tierra; en la que no pudieron siquiera abrir las alas. Una vida que jamás pudieron vivir.
Después de una vida en penurias, un corte en la garganta pondrá fin a sus vidas, y marcará quizás el reencuentro con sus, después de todo, “no tan” desdichados hermanos.
Dar a conocer la realidad que hay detrás de la explotación animal en el siglo XXI no busca graduar moralmente distintos tipos de explotación (buenos-malos, mejores-peores), sino simplemente informar a la población sobre los procedimientos estándar de la industria ganadera.